Encerrado entre muros de
tristeza y abandono,
Preso de cadenas de palabras
atado a mi papel
Languidezco con la esperanza de
olvidar;
Me abate la carne que me hace
tirar la pluma.
Escaparé del penal de mis miedos
y deseos,
Escalaré los muros enmohecidos
del dolor,
Correré enloquecido sobre
hogueras de pasión;
A jirones dejaré la piel
ansiando una libertad.
Escribiré en el aire versos de
lágrimas muertas,
En las arenas de la soledad
amores rendidos;
Sobre las olas tempestuosas con
espumas de deseo,
Encajes de diferentes alfabetos
que griten amor.
No quedan palabras que encierren
misterio,
Rimas perdidas que vibren
tiernos corazones;
Quedan números que encierran
libertades,
Discursos pacíficos de áspid al
emponzoñar.
Acabo la magia,
Comenzó el pesar.
Le queda un mundo: la poesía
ResponderEliminarque, créalo,no es poca cosa,
nada al hombre encumbraría
más que un verso de su boca.
algo vivo se desbocaría
de su alma quejumbrosa
Un obsequio improvisado, mon ami
Un regalo, amigo mío
ResponderEliminarRegalo que me atesoro
En lo hondo de mi alma
Y que será como ese abono
Que hace crecer la flor
De mi albur más perseguido:
El Amor.
Te agradezco infinito tu detalle en forma de comentario. Lo que más duele al poeta, es la soledad, la misma que necesita para SER.
La carne nunca debe hacer peligrar la pluma, amigo. De la carne mana la tinta, el dolor, el ánimo y el desánimo. La pluma es necesaria para mantener la estabilidad cuando nos falla el equilibrio. Un abrazo.
ResponderEliminarLa pluma es la brújula que nos guía a la eternidad, la carneces la rémora que nos ancla a la contingencia, tan inmediata, tan sabrosa, aunque tan indigesta y adormecedora que nos impide seguir el rumbo que marca la brujula, pero sí, sin pluma acabamos naufragando en los cayos del paraíso.
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