Sobre tu piel morena planea el deseo,
Entre tus labios carnosos me zambullo
Resbalo de gozo por tus comisuras
Hasta culminar un beso de morbosa pasión.
Se que es pecado nefando de condena eterna,
Se que el mundo me va a señalar de escándalo,
Se que voy a penar por desear tu cuerpo,
Pero tu piel caliente y húmeda me absuelve.
Nublo la vista ante tu nimbada figura;
Distingo solo tus pezones de sangre deseosa,
Me despeño al abismo de un infierno de placer,
Esperando únicamente tu quejido de deseo.
El mundo se detiene cuando me invades,
Me prestas tu vida que resucita mi carne,
Te elevas a tu Olimpo al entregarme tu ser…
Me conviertes en dios que esconde otro dios.
La eternidad del segundo nos funde en el beso,
La inmensidad de universo se nos estrecha,
Las aguas del mar son como gotas de rocío;
Sudor salado de nuestros cuerpos al fundirse.
Pares conjurados para saberse innominados,
Ignorantes de la sabiduría centenaria inexperta,
Nos buscamos con dolor hasta encontrarnos…
Nos negamos el encuentro por amor.
Somos dos versos sueltos sin posible rima,
Zarandeados por una vida que nos niega,
Buscando con tesón otro verso en consonante…
Y ni en asonante somos capaces de rimar.
Versos blancos como la vida que entregamos
Esparcida, aventada por doquier al viento,
Buscando tierra fértil en un poema corto
Ofreciendo el ser a quien lo quiera aprovechar.
Ninguno de los dos somos conscientes.
El deseo preñado de pena estéril nos supera
No entendemos el porqué de nuestro errar
Nos conformamos con saber que nos queremos.
…aunque no nos conozcamos.
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