La herida que causas a mi deseo
Hemorragia de desengaño que me agota;
Estéril indigente de pasión, me arrastro,
Como trapo despreciable me postulo;
Cuando te busco y te hurtas,
Cuando te encuentro y me ignoras,
Cuando te toco y vomitas,
Cuando te lloro y de placer levitas.
Ay, soy como cristal a tu pupila,
Rompes mi alma a cada gesto;
Y sabes que me rompes,
Añicos hirientes que se destrozan
A cada paso de tu levedad; me cortan.
Ocultas tu rostro siglos,
Segundos te dejas ver.
Me amoreces.
Conoces cada rincón de mi vergüenza;
Pero lo ignoras para encelarme.
Me azotas con ella cuando te quiero
Desprecias mi dolor, aunque me muero,
Sabiendo que no respiro si no es tu aire.
Como basura hediendo de muerte,
Cadáver que te busca desmembrado,
Voy penando tras de tu rastro.
La luz que despide tu negro rostro,
La limpieza de tu sonrisa a mi temor,
Terror a que me descubras tu franqueza
Derribes el castillo de naipes de mi ilusión,
Des con mis farsas contra tu sinceridad
Y me estrelles contra mi pasión.
Cada palabra que escribes es un dardo,
Una flecha de dolor que me atraviesa
Hasta hacer sangrar estos versos
Que claman en angustia por tu piedad,
Declarando pobremente mí entrega
Firmando con sangre deseada esclavitud;
A tu cuerpo terso y vibrante,
A tu alma encendida de valor.
No, no sigas citándome con tu arte
Haciéndome derramar la sangre de mi locura,
En versos inútiles sin calor,
Sin esperanza y con consternación,
Para que me arrastre ante mi condena
Déjame que muera abandonado de ti.
No me derrames tu fecunda mirada,
No me acaricies más con tu palabra,
Olvida nuestro futuro imposible
Pero no me arrebates tu figura;
La imagen que me alimenta, velada,
Inestable, dolorosa, calurosa; Real.
Vive, pero permíteme que sufra tu ausencia;
Que sea eterno, para quererte,
Que sea eterno para sufrir.
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