Transito mundos desconocidos,
Trafico con almas inocentes,
Al albur de desfiladeros emboscados,
Bosques impenetrables,
Muchedumbres indecentes;
Con la señal de la bestia maquillada
Ojos vueltos, beatitud de cartón,
Corazón en llamas de rencor
Mirada turbia de lujuria monetaria
Y mi palabra única defensa,
Demoledora defensa, inexpugnable.
La soledad, regalo de mi memoria
Guarda mis espaldas del amigo,
Aquel…
Siempre dando mi vida por él
Cada paso,
A cada engaño
En cada esquina
Hasta que él la tuvo que dar por mí…
La soledad me guarda, me consuela.
A cada senda una zanja,
En cada ocaso una trampa,
Siempre el amanecer deslumbrando
Exagerando, falseándolo todo,
Ocultándolo todo en su luz
Coloreando, embelesando, hipnotizando.
Escondido cada día hasta el crepúsculo
Para poder ver con las manos
Creer con los dedos
Amar sin el embeleco de la belleza,
La que se acaba
(Siempre se acaba la que se ve)
Confundiendo el todo con ahora
Futuro con presente sin pasado.
Y cada noche, ¡ay!
Otro mundo distinto,
Otras almas perdidas sin luz,
Esperando el artificio del espejo
El embuste de la apariencia
El dolor de lo inevitable:
Silencio que ensordece al aturdido
Por el ruido del espejismo,
Idioma del que encuentra
Música del que se halla a si.
Mundos estos, nuevos cada noche
Peligrosos para el soberbio
Beligerantes para las cortes aduladoras
Mortales en trance del pánico
Terror del que no sabe quien es
Y olvidó la llave de su corazón
En la bagatela del lenocinio.
Y cada día cerrando los ojos para poder ver
Y cada noche viendo sin ojos la verdad
Y cada vida buscando su razón
Y cada muerte encontrando la razón de su vida.
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